sábado, 16 de abril de 2011

¿DÓNDE ME MIRASTE?...

La sociedad sacralizada también hacia cotidianos los gestos de convivencia entre Dios y los hombres. Juan Agapito Revilla recogía una tradición, que según él era “vulgar”, es decir reconocida y muy citada entre los vallisoletanos del siglo XVII.
Había concluido Gregorio Fernández de trabajar en el “Cristo Atado a la Columna”, figura central del paso de la Flagelación que le había encargado la cofradía de la Vera Cruz de Valladolid en 1619: “horas y horas enteras pasa en idéntica postura ante su obra, sin mover para nada el cuerpo; se duda en contestar si Fernández ó el Cristo es la estatua […] una voz dulce se oye en el recinto y pregunta a Fernández: “¿dónde me miraste que tan bien me retrataste?” El escultor, con espontaneidad, sin impresionarse por tamaño prodigio, consultando su fe y su conciencia le contestó con humidad: “Señor, en mi corazón”.

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